martes, 4 de noviembre de 2025

Las Arrugas del Espíritu

A veces, me encuentro mirando al espejo y no puedo evitar notar las arrugas que empiezan a asomarse en mi rostro. Cada línea cuenta una historia, un momento de risa, un instante de tristeza, o quizás una decisión que me llevó por un camino inesperado. Sin embargo, hay algo que he aprendido a lo largo de los años: las arrugas del espíritu son las que realmente nos hacen sentir viejos.

Recuerdo una vez, en una reunión de amigas, donde la conversación giró en torno a la edad. Una de ellas, con una risa contagiosa, dijo: “Las arrugas de la cara son solo un recordatorio de que hemos vivido, pero las arrugas del espíritu son las que realmente nos pesan”. En ese momento, me di cuenta de que tenía razón. Mientras más vivía, más me daba cuenta de que la verdadera carga no eran las marcas visibles, sino las que llevamos dentro.

Las decepciones, los miedos y las inseguridades pueden dejar cicatrices profundas. A veces, me siento como si estuviera cargando un saco lleno de piedras, cada una representando una experiencia negativa que no he logrado soltar. Pero, ¿qué pasaría si decidiera dejar caer esas piedras? ¿Qué pasaría si, en lugar de permitir que esas arrugas del espíritu me definan, optara por llenarme de risas, amor y gratitud?

Así que, un día, decidí hacer un cambio. Comencé a practicar la gratitud. Cada mañana, anotaba tres cosas por las que estaba agradecida. Al principio, era un esfuerzo, pero pronto se convirtió en un hábito. Empecé a notar cómo, poco a poco, las arrugas de mi espíritu comenzaban a suavizarse. Las risas con mis amigas, los momentos de conexión con mi familia, incluso los pequeños placeres de la vida, como un café caliente en una mañana fría, comenzaron a llenar mi alma de luz.

Hoy, cuando miro al espejo, veo las arrugas de mi cara, pero también veo una sonrisa que refleja la alegría de vivir. He aprendido que, aunque las arrugas del espíritu pueden ser inevitables, también podemos elegir cómo llevarlas. Así que, en lugar de preocuparme por lo que veo en el espejo, elijo reírme de las locuras de la vida y abrazar cada experiencia que me ha hecho quien soy.

Al final del día, las arrugas del espíritu son las que cuentan. Y mientras más aprendo a vivir con ligereza y amor, más joven me siento, sin importar cuántas líneas aparezcan en mi rostro.

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