Los temores son como sombras que nos siguen: cambian de forma según la luz, se agrandan cuando miramos demasiado fijamente y, a veces, nos impiden movernos. No son malos por sí mismos —cumplen una función—: nos advierten, nos protegen de riesgos reales y nos llaman a preparar una respuesta. El problema aparece cuando la alerta se queda encendida, cuando la sombra decide quedarse a vivir en la habitación.
%20(3).png)