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Siempre he creído que la vida es un gran escenario donde cada uno de nosotros tiene un papel que interpretar. Sin embargo, a veces me encontraba atrapada en la rutina, observando cómo otros se lanzaban a la aventura mientras yo me quedaba en la comodidad de mi sofá. "Lo único imposible es aquello que no intentas", me repetía como un mantra, pero las palabras parecían flotar en el aire, sin aterrizar en mi realidad.
Un día, mientras tomaba un café en mi lugar favorito, escuché a dos mujeres en la mesa de al lado hablando sobre un viaje a un remoto pueblo en la montaña. Sus risas y la emoción en sus voces me hicieron sentir un cosquilleo en el estómago. "¿Por qué no yo?", pensé. Pero la voz interna de la duda rápidamente se hizo más fuerte: "No tienes tiempo, no tienes dinero, y ¿qué tal si no te gusta?".
Sin embargo, esa noche, decidí que era hora de dejar de lado mis miedos. Busqué en Internet y encontré un paquete de viaje que se ajustaba a mi presupuesto. En un impulso, hice la reserva. Al día siguiente, me desperté con una mezcla de emoción y terror. ¿Qué había hecho?
La semana siguiente, me encontré en un autobús, rodeada de desconocidos, con una mochila llena de ropa y un corazón palpitante. Al llegar al pueblo, me sorprendió la belleza del lugar. Las montañas parecían abrazar el cielo, y el aire fresco llenaba mis pulmones. Comencé a explorar, y cada paso que daba me hacía sentir más viva.
Una tarde, decidí unirme a un grupo de senderismo. Allí conocí a Clara, una mujer que, al igual que yo, había decidido dejar atrás sus miedos. Juntas, nos reímos mientras subíamos una empinada colina, y en la cima, con el viento soplando en nuestros rostros, me di cuenta de que había superado mis propios límites.
Regresé a casa con una sonrisa y una historia que contar. No solo había viajado, sino que había hecho una amiga y, lo más importante, había aprendido que el único imposible era el intento que nunca hice. Desde entonces, cada vez que me siento atrapada en la rutina, recuerdo esa montaña y a Clara, y me lanzo a nuevas aventuras. Porque, al final, lo único que realmente no puedo hacer es no intentarlo.
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